¿Carne o pescado?
Esa suele ser una pregunta que aparece, y atormenta a las parejas, a la hora de diseñar el menú de bodas ideal. Después de haber degustado todos los sabores habidos y por haber en el aperitivo, y para lograr contentar al máximo de gente posible, ¿qué tenemos que poner ahora entre los platos principales de nuestro menú? ¿Carne? ¿Pescado? ¿Ambos? ¿Ninguno?
Como todo en esta vida, las posibilidades son varias. Nunca terminaremos de acertar con las preferencias y gustos de todas las personas que asisten a nuestra boda, por lo que, por muy presionados que nos sintamos, tenemos que obrar en calidad de anfitriones y decidir por nosotros mismos.
Tomar la decisión, es difícil. Todos los platos parecen adecuados y siempre surge algún “pero” que termina por eliminar el que parecía el definitivo.
Cuánto al tipo de alimento que introducir surge esta duda: los invitados ¿qué querrán? Después de hartarse a comer en el pica-pica, ¿serán más de carne, o de pescado? ¿Preferirán algo más ligero, o bien por el contrario seguirán con hambre y esperarán encontrarse con un suculento y gran trozo de carne?
La verdad es que, como expertos asistentes de bodas, y tras haber confeccionado miles de menús de bodas, hemos podido percibir como gran parte de las parejas que se casan, toman la vía más lógica: combinar ambos. Dar a sus invitados la opción de no tener que elegir y disfrutar de los dos alimentos: carne y pescado. Sólo que, obviamente, servidos de modo que cada uno responda a su función dentro del menú de bodas.
Por ejemplo, una solución que creemos que es apropiada, es la de introducir el pescado en un primer plato, más ligero, pues los invitados llegan con el vientre hinchado tras, literalmente, “ponerse las botas” en el aperitivo inicial. Una ensalada peculiar que contenga una gambas aliñadas con su toque especial, unos rollitos de salmón ahumado rellenos, o, porque no, unos canelones, o lasaña fresca, de pescado. Hasta aquí hemos introducido el pescado de distintos modos, con platos que, si queremos, no son para nada muy pesados.
Es el turno pues de la carne. Aunque el problema ya lo hemos solucionado porque no sabíamos cómo introducir ambos platos, que suelen considerarse fuertes en toda comida que se precie. Habiendo introducido parte de pescado en el primer plato, sólo debemos escoger qué carne y cómo vamos a servirla. Qué decir que, lógicamente, es más sencillo introducir el pescado en un primer plato y de este modo ligero, que no la carne. Por tradición, la carne es un alimento mucho más consistente, digno de ser el plato fuerte de toda comida, por ello, es más fácil dejarla para el final.
La elección decisiva la tenéis vosotros. Mejor que nadie sois quiénes conocéis las preferencias de vuestros invitados, así como las propias. Escoger uno u otro plato no determinará el éxito, o el fracaso, de toda una celebración que se mide por el cómputo global de su desarrollo, no por servir una ensalada delicatesen y pescado, o carne, en su salsa.
Valorad pues todas las opciones y escoged la que más os convenga y apetezca.
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